El artista se mostró rejuvenecido y dio una de las mejores noches que se le recuerdan en el Sant Jordi.
A estas alturas ya no cabe duda de que Paraíso Express supone un punto de inflexión en la carrera de Alejandro Sanz. Desde el mítico Más había ido a menos, disco a disco, en cuanto a repercusión y poder de convocatoria se refiere. Hace tres años, su paso por el Palau Sant Jordi no pudo ser más desangelado. En cambio el pasado miércoles estaba a rebosar, y eso que ya llevaban tiempo a la venta las entradas para una nueva fecha, el próximo 15 de septiembre.
Dan ganas de repetir. «¿Os gustan las canciones de hace mucho tiempo, no?», dijo con socarronería al público. «¿Y las nuevitas no?» . Esta vez sí. Cantó el nuevo disco casi entero sin que la temperatura decayera ni un momento. Porque aunque patrocinaba una marca famosa entre otras cosas por sus climatizadores, el Sant Jordi bullía hasta el sofoco. Podría parecer que el éxito de este Paraíso Express tiene algo de victoria agridulce, por lo que de retroceso estilístico supone. Pero la verdad es que hacía mucho también que no desprendía tan vital y optimista entusiasmo.
NO FUE LO MISMO / Del anterior disco, El tren de los momentos, únicamente incluyó medio estribillo en un popurrí y del antepenúltimo, No es lo mismo, solo la que le daba título (grandioso momento, eso sí). Tampoco dio mucha cancha al repertorio de El alma al aire. En cambio rescató piezas completamente olvidadas. Con la deliciosa Tu letra podré acariciar, parecía reivindicar su época-fans. Retrocedió incluso hasta la Lo que fui es lo que soy, aunque cada vez tocaba decir eso de «como si fueras las dueña del pantalón que me tapa» dejaba que lo cantara el público; como si le diera reparo pronunciarlo.
Adiós también a aquellos aparatosos montajes escénicos que tanto le empequeñecían. El nuevo es tan básico como sofisticado: unas desiguales cortinillas móviles de pantallas de leds que tanto evocaban un skyline como flecos en el aire o un peine desdentado. Y mucho más sorprendente fue la insólita gestualidad de la que hizo gala en algunas canciones. Sobre todo en Cuando nadie me ve: defendiéndola con la garganta y las manos, levantando el pie de micro al decir «a veces me elevo» y cantar como suspendido en el aire...
Contó con La Mala Rodríguez y Dani Martín como invitados sorpresa y una de las coristas emuló a Alicia Keys en la banal Looking for Paradise (al estilo de aquellas espumosas canciones del verano de tinte jamaicano), pero lo mejor de la nueva cosecha es una balada a la altura de su leyenda: la inmensa Desde cuando.
A estas alturas ya no cabe duda de que Paraíso Express supone un punto de inflexión en la carrera de Alejandro Sanz. Desde el mítico Más había ido a menos, disco a disco, en cuanto a repercusión y poder de convocatoria se refiere. Hace tres años, su paso por el Palau Sant Jordi no pudo ser más desangelado. En cambio el pasado miércoles estaba a rebosar, y eso que ya llevaban tiempo a la venta las entradas para una nueva fecha, el próximo 15 de septiembre.
Dan ganas de repetir. «¿Os gustan las canciones de hace mucho tiempo, no?», dijo con socarronería al público. «¿Y las nuevitas no?» . Esta vez sí. Cantó el nuevo disco casi entero sin que la temperatura decayera ni un momento. Porque aunque patrocinaba una marca famosa entre otras cosas por sus climatizadores, el Sant Jordi bullía hasta el sofoco. Podría parecer que el éxito de este Paraíso Express tiene algo de victoria agridulce, por lo que de retroceso estilístico supone. Pero la verdad es que hacía mucho también que no desprendía tan vital y optimista entusiasmo.
NO FUE LO MISMO / Del anterior disco, El tren de los momentos, únicamente incluyó medio estribillo en un popurrí y del antepenúltimo, No es lo mismo, solo la que le daba título (grandioso momento, eso sí). Tampoco dio mucha cancha al repertorio de El alma al aire. En cambio rescató piezas completamente olvidadas. Con la deliciosa Tu letra podré acariciar, parecía reivindicar su época-fans. Retrocedió incluso hasta la Lo que fui es lo que soy, aunque cada vez tocaba decir eso de «como si fueras las dueña del pantalón que me tapa» dejaba que lo cantara el público; como si le diera reparo pronunciarlo.
Adiós también a aquellos aparatosos montajes escénicos que tanto le empequeñecían. El nuevo es tan básico como sofisticado: unas desiguales cortinillas móviles de pantallas de leds que tanto evocaban un skyline como flecos en el aire o un peine desdentado. Y mucho más sorprendente fue la insólita gestualidad de la que hizo gala en algunas canciones. Sobre todo en Cuando nadie me ve: defendiéndola con la garganta y las manos, levantando el pie de micro al decir «a veces me elevo» y cantar como suspendido en el aire...
Contó con La Mala Rodríguez y Dani Martín como invitados sorpresa y una de las coristas emuló a Alicia Keys en la banal Looking for Paradise (al estilo de aquellas espumosas canciones del verano de tinte jamaicano), pero lo mejor de la nueva cosecha es una balada a la altura de su leyenda: la inmensa Desde cuando.