La experiencia acumulada en años de carrera ha permitido a Alejandro Sanz afrontar estos tiempos de incertidumbre en la mejor de las condiciones. Esa sensación dejó tras su competente concierto en el Palau Sant Jordi, donde reiteró que amén de ser una de nuestras estrellas más exportables sigue manteniendo un punto callejero y juguetón que lo acercó a unos seguidores que, pese al despliegue tecnológico del escenario, siguieron centrando la mirada en su figura. Y fue Alejandro en estado puro.
Hizo todo lo que debía. Ha endurecido un poco el sonido a fin de conseguir más pegada con la incorporación de un guitarrista. Ha sabido equilibrar el repertorio entre temas antiguos y nuevos, y supo graduarlos de forma que los primeros arropasen el paso por escena de los segundos para así lograr un todo casi indiferenciado. Se supo rodear de invitados que, como La Mala Rodríguez y Dani Martín (El Canto del Loco), le conectan con otras generaciones, aunque aún cuenta con seguidores bastante jóvenes. Mantuvo en escena la actitud de quien sabe que no está hecho para tirar de carisma y todo ello lo envolvió en un espectáculo por momentos deslumbrante fundamentado en pantallas activas traslúcidas, regulables en altura y dispuestas en profundidad sobre el escenario.
Pantallas descendiendo
Hizo todo lo que debía. Ha endurecido un poco el sonido a fin de conseguir más pegada con la incorporación de un guitarrista. Ha sabido equilibrar el repertorio entre temas antiguos y nuevos, y supo graduarlos de forma que los primeros arropasen el paso por escena de los segundos para así lograr un todo casi indiferenciado. Se supo rodear de invitados que, como La Mala Rodríguez y Dani Martín (El Canto del Loco), le conectan con otras generaciones, aunque aún cuenta con seguidores bastante jóvenes. Mantuvo en escena la actitud de quien sabe que no está hecho para tirar de carisma y todo ello lo envolvió en un espectáculo por momentos deslumbrante fundamentado en pantallas activas traslúcidas, regulables en altura y dispuestas en profundidad sobre el escenario.
Pantallas descendiendo
Especialmente llamativo resultó el ingenio cuando las pantallas descendían hasta casi tocar las cabezas de los músicos, funcionando casi como nubes al alcance de la mano. Sin duda, lo mejor montado por ningún artista nacional hasta el momento, a pesar de que la reiteración de motivos geométricos restó algo de originalidad al despliegue, que ofrece posibilidades mareantes que parecen más orientadas al 3D que a cualquier otra finalidad.
¿Qué más necesita Alejandro Sanz? Poca cosa, parece. Una pista de su evolución la dio al final de la primera parte, con el encadenado de tres piezas de ritmo urbano -Mala, No es lo mismo y Looking for paradise-, antesala del baladista que irrumpió en los bises tras un piano.
Ese parece el eje de un Alejandro Sanz menos azucarado, muy competente en el apartado vocal, manteniendo incólume la credibilidad de un artista que no vive en la galaxia y que mantuvo anteanoche la capacidad para ofrecer el que fue uno de sus mejores conciertos en Barcelona.