Crítica musical del recital en el pabellón del IFEVI celebrado el sábado 22, 22:30
X.L. GARCÍA CARLÍN El principal reclamo del concierto era para sus fans. Las miles de personas que se reunieron para gritar, jalear y cantar con Alejandro Sanz. Las que se derritieron con la sensibilidad, ternura y vulnerabilidad que el cantante mostró cuando se sentó a cantar "¿No lo ves?" al piano, y en el que a uno le entran unos deseos irrefrenables de ser su madre. Las que fueron a ver una explosión de sentimientos tan intensa como la hiperactividad de las glándulas sudoríparas del cantante, visible en la pantalla gigante cuando, al amagar su despedida tras "Looking for Paradise", volvió para ofrecer los bises. Toda esa gente salió satisfecha de un concierto pensado para ella: una escenografía y puesta en escena de los músicos espectacular, un set list pensado también para el karaoke en el que muchos de los temas conocidos que se entremezclaron con los del último disco cedieron la voz al estruendo del público.
Otro de los atractivos podía ser ver y escuchar el oficio de los músicos que Alejandro Sanz se llevó de gira. Músicos de estudio como los guitarristas Mike Ciro (colaboró con gente como Alicia Keys, Mariah Carey o las Spice Girls)y Jan Ozveren (aparece en algún proyecto con el percusionista indio Trilok Gurtu), el bajista Armand Sabal-Lecco (tocó ni más ni menos que con los hermanos Brecker, Herbie Hancock o Stanley Clarke entre otros), el pianista Alfonso Pérez (colaborador de Santi Ibarretxe, uno de los músicos de jazz más originales de esta península) o el poderoso batería Nathaniel Townsley, dan muestra del cuidado con el que Alejandro Sanz escoge siempre a sus acompañantes.
A diferencia de la sonoridad más próxima a la balada italiana de éxito con la que el productor Emanuele Ruffinengo encumbró a Alejandro Sanz (huella aún perceptible en timbres del teclado, como en "Desde cuándo" o "Corazón partío", que algunos creíamos muertos con los últimos capítulos de Cristal o Manuela), se dice que en su nuevo espectáculo se hace un acercamiento más decidido al rock. Los solos de los guitarristas apuntan hacia esa dirección, con un Mike Ciro al que solo le faltó destrozar su guitarra contra un ampli en el solo de "Cuando nadie me ve". Hace incluso una versión del Back to Black de AC/DC. Lo que hay de rock son ocasionales tópicos y lugares comunes, transiciones abruptas en las que se pasa violentamente de la distorsión al melodrama ("Sin que se note") dirigidas al espectáculo y a obstaculizar nuestro sano derecho a la distracción. Desde la balada se pasa por estilos como el rock o la salsa como un turista más que como un nómada (la figura del nómada es utilizada a veces para representar los procesos de fusión artística).
Según algunos de sus fans, aunque el concierto fue un éxito, no igualó su concierto en Balaídos en el 2001.
X.L. GARCÍA CARLÍN El principal reclamo del concierto era para sus fans. Las miles de personas que se reunieron para gritar, jalear y cantar con Alejandro Sanz. Las que se derritieron con la sensibilidad, ternura y vulnerabilidad que el cantante mostró cuando se sentó a cantar "¿No lo ves?" al piano, y en el que a uno le entran unos deseos irrefrenables de ser su madre. Las que fueron a ver una explosión de sentimientos tan intensa como la hiperactividad de las glándulas sudoríparas del cantante, visible en la pantalla gigante cuando, al amagar su despedida tras "Looking for Paradise", volvió para ofrecer los bises. Toda esa gente salió satisfecha de un concierto pensado para ella: una escenografía y puesta en escena de los músicos espectacular, un set list pensado también para el karaoke en el que muchos de los temas conocidos que se entremezclaron con los del último disco cedieron la voz al estruendo del público.
Otro de los atractivos podía ser ver y escuchar el oficio de los músicos que Alejandro Sanz se llevó de gira. Músicos de estudio como los guitarristas Mike Ciro (colaboró con gente como Alicia Keys, Mariah Carey o las Spice Girls)y Jan Ozveren (aparece en algún proyecto con el percusionista indio Trilok Gurtu), el bajista Armand Sabal-Lecco (tocó ni más ni menos que con los hermanos Brecker, Herbie Hancock o Stanley Clarke entre otros), el pianista Alfonso Pérez (colaborador de Santi Ibarretxe, uno de los músicos de jazz más originales de esta península) o el poderoso batería Nathaniel Townsley, dan muestra del cuidado con el que Alejandro Sanz escoge siempre a sus acompañantes.
A diferencia de la sonoridad más próxima a la balada italiana de éxito con la que el productor Emanuele Ruffinengo encumbró a Alejandro Sanz (huella aún perceptible en timbres del teclado, como en "Desde cuándo" o "Corazón partío", que algunos creíamos muertos con los últimos capítulos de Cristal o Manuela), se dice que en su nuevo espectáculo se hace un acercamiento más decidido al rock. Los solos de los guitarristas apuntan hacia esa dirección, con un Mike Ciro al que solo le faltó destrozar su guitarra contra un ampli en el solo de "Cuando nadie me ve". Hace incluso una versión del Back to Black de AC/DC. Lo que hay de rock son ocasionales tópicos y lugares comunes, transiciones abruptas en las que se pasa violentamente de la distorsión al melodrama ("Sin que se note") dirigidas al espectáculo y a obstaculizar nuestro sano derecho a la distracción. Desde la balada se pasa por estilos como el rock o la salsa como un turista más que como un nómada (la figura del nómada es utilizada a veces para representar los procesos de fusión artística).
Según algunos de sus fans, aunque el concierto fue un éxito, no igualó su concierto en Balaídos en el 2001.