Lo años empiezan a pasar. El tiempo ha transcurrido desde que, allá por 1991, le escuchábamos Pisando fuerte, y él le sacaba partido a esa cara de pillo y a ese romanticismo intenso a orillas de la playa. Hoy, ya se muestra maduro, con unas libras de más y con una voz que parece recuperarse. Alejandro Sanz puede que ya no sea el mismo, pero igual, siempre levanta pasiones, como ocurrió el pasado sábado 30 de octubre, en Mundo E, en su concierto Paraíso 2010, el tour de force de su último disco lanzado a la fecha Paraíso express.
Abrió la noche, en medio de pantallas LED transparentes de efectos inesperados, con la canción Mi Peter Punk. La misma fue una especie de declaración de principios estéticos a los que ahora abraza y ya mostrados en su nuevo disco, es decir, de rock. En parte por las gestiones de su director musical el guitarrista Mike Ciro. Bajo esa premisa, uno debía entender que dotaría de ese elemento incluso a las clásicas de su repertorio como Desde lejos, Corazón partío, Cuando nadie me ve, Lola, Quisiera ser, No es lo mismo, y ya de último se ocupó de Mi soledad y yo, Amiga mía, ¿Si fuera ella? Amén de las que incluye en el nuevo álbum, Nuestro amor será leyenda, Lola soledad o Tú no tienes la culpa.
No está mal que el cantante español experimente, ni menos aún que busque añadirles energía a sus canciones, lo que no se termina de comprender es por qué esos remates debían ser tan aparatosos, irritantes y confusos. Algo que le roba aroma a los temas. Sea como sea, Sanz cantó con una mejor garganta si se compara la que trajo hace tres años y se mostró en plena forma durante las casi dos horas que duró el show. Bueno, ya lleva casi media vida en los escenarios, ya se las sabe todas.
Tan se las sabe todas, que prefirió tener como compañeros en el escenario a músicos aventajados que actúen sin márgenes de error. Por mencionar tres, el prestigioso bajista Armand Sabal Lecco, que ofreció un solo contundente proclamando dominio sobre el instrumento. El otro, el batería Nathaniel Townsley, exacto, completo y sólido. Y por último, la cantante Sara Devine con la que recreó estupendamente Looking for paradise, grabada originalmente con Alicia Keys.
La escenografía en torno a esas pantallas de última tecnología que utilizó, definieron el espectáculo como algo en verdad distinto y novedoso, y luego ese sonido justo que hubo. En fin, fue una noche de pop melódico que los años no parecen afectarle.
Abrió la noche, en medio de pantallas LED transparentes de efectos inesperados, con la canción Mi Peter Punk. La misma fue una especie de declaración de principios estéticos a los que ahora abraza y ya mostrados en su nuevo disco, es decir, de rock. En parte por las gestiones de su director musical el guitarrista Mike Ciro. Bajo esa premisa, uno debía entender que dotaría de ese elemento incluso a las clásicas de su repertorio como Desde lejos, Corazón partío, Cuando nadie me ve, Lola, Quisiera ser, No es lo mismo, y ya de último se ocupó de Mi soledad y yo, Amiga mía, ¿Si fuera ella? Amén de las que incluye en el nuevo álbum, Nuestro amor será leyenda, Lola soledad o Tú no tienes la culpa.
No está mal que el cantante español experimente, ni menos aún que busque añadirles energía a sus canciones, lo que no se termina de comprender es por qué esos remates debían ser tan aparatosos, irritantes y confusos. Algo que le roba aroma a los temas. Sea como sea, Sanz cantó con una mejor garganta si se compara la que trajo hace tres años y se mostró en plena forma durante las casi dos horas que duró el show. Bueno, ya lleva casi media vida en los escenarios, ya se las sabe todas.
Tan se las sabe todas, que prefirió tener como compañeros en el escenario a músicos aventajados que actúen sin márgenes de error. Por mencionar tres, el prestigioso bajista Armand Sabal Lecco, que ofreció un solo contundente proclamando dominio sobre el instrumento. El otro, el batería Nathaniel Townsley, exacto, completo y sólido. Y por último, la cantante Sara Devine con la que recreó estupendamente Looking for paradise, grabada originalmente con Alicia Keys.
La escenografía en torno a esas pantallas de última tecnología que utilizó, definieron el espectáculo como algo en verdad distinto y novedoso, y luego ese sonido justo que hubo. En fin, fue una noche de pop melódico que los años no parecen afectarle.