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Alejandro Sanz renueva el idilio con sus fans

Más de quince mil almas se entregaron a su ídolo en un concierto para volverse a enamorar.

Madrid, 6 may. (COLPISA, J. A. Guerrero).
"Os diré un secreto, ésta es nuestra noche y nadie nos la va a estropear". Alejandro Sanz regaló su ‘Paraíso’ desde lo más hondo de su corazón, ("tenía muchas ganas de tocar en Madrid, mi casa, la ciudad más bonita del mundo"). Directo al corazón y directo al público. El madrileño (su acento sureño no hace sospechar que nació en la villa y corte hace 41 años) regalaba canciones y cariño, y el público respondía agradecido coreándolo. Durante casi dos horas y media, incansables, más de quince mil almas corearon las nuevas y viejas canciones de su ídolo. Temas popis y románticos… de amores de leyenda, corazones partíos o paraísos perdidos, letras almibaradas para enamorados del amor, de la vida y, sobre todo, de Alejandro Sanz.

A la guitarra, al piano, en compañía de Antonio Carmona y Mala Rodríguez (que regaló un solo de quitarse el sombrero), el cantante disfrutó tanto como sus fans... ¡Alejandro, Alejandro, Alejandro!, le gritaban sin desamyo. Y él les seducía desgranando su voz arenosa en ‘Y si fuera ella’ , ‘No es lo mismo’, ‘Amiga mía’, ‘Si hay Dios’.... una veintena larga de temas de casi toda su discografía.
Sin duda este Alejandro Sanz enamora. A hombres y mujeres (la proporción de féminas era de una a cinco, un pequeño paraíso para ellos), jóvenes o mayores. En la noche del miércoles, en un Palacio de los Deportes lleno a reventar, Sanz enamoró como nunca. “Va a ser una gran noche, lo presiento” anunció. Y efectivamente lo fue. Su voz sonó cálida y segura, entregando el alma en cada canción, sobre todo en ‘Cuando nadie me ve’, coqueteó con el público, le animó, hizo guiños constantes a Madrid y confesó abiertamente su madridismo (para enfado de su pianista barcelonés). Dejó claro, en definitiva, que a pesar de sus cientos de conciertos, de los millones de fans que le siguen en todo el mundo, de su colosal trayectoria musical, es un tipo carismático y generoso que aún respeta el precio de una entrada y todavía disfruta en el escenario. Un escenario, por cierto, presidido por un fondo de pantalla en tres dimensiones, donde lo mismo se proyectaban gotas de lluvia, que figuras angulosas o palabras cargadas de mensaje.

El jueves repetía de nuevo en el mismo escenario, en el tercero de los conciertos de la gira ‘Paraíso Express’ que arrancó en Córdoba y le llevará a otras 14 ciudades españolas, entre ellas Valladolid, Bilbao, Mérida, Granada, Gandía, Orihuela, Murcia y Málaga, donde cerrará periplo el 12 de junio.

Apenas habían transcurrido diez minutos cuando Alejandro se arrancó con ‘Desde cuando’. Miles de móviles encendidos, muchos grabando, otros trasladando la música a la novia o el amigo que no había podido acudir. Se colgó el cartel de no hay entradas, lo habitual cuando se trata de uno de los músicos españoles más importante de los últimos 20 años. Con ese tema llegó el primer éxtasis de la noche. Gritos a pleno pulmón, brazos alzados, gente besándose. “Puede parecer atrevimiento, pero es puro sentimiento…”, cantaba con una emoción que también anidaba en las gradas. Entre tema y tema, Alejandro hablaba con un público entregado mientras se paseaba por el escenario con sus zapatillas de deporte, vaqueros, camiseta y chaqueta oscura. “¿Hay alguien ahí? No siento nada. ¿Hay alguien ahí?”, retaba a sus incondicionales, que no dejaban de jalearle: “Alejandro, Alejandro”.

A Madrid, “que no parece la ciudad más bonita del mundo, pero lo es”, le dedicó el sexto de los temas de la velada, ‘Corazón partío’. Los pocos que aún quedaban sentados saltaron como resortes de sus asientos para arrancarse a bailar sin parar. El subidón de adrenalina alcanzó su cénit con ‘Cuando nadie me ve’, cantada con una voz tan desgarradora que abrió la espita de las emociones. Hasta en el escenario se contagió de la intensa pasión, tanto como para que uno de los músicos de la banda destrozara su guitarra contra el suelo. Puede que el lance estuviera ensayado porque, a renglón seguido, Sanz se lo reprochó en directo con amor, como quien regaña a un niño pequeño. “No me gusta que se rompan guitarras, que se rompa el odio, que se rompa la desigualdad, pero no las guitarras”.
Alejandro, que había prometido algunas sorpresas, contó con la presencia en el escenario del granadino Antonio Carmona y de la Mala Rodríguez, que le acompañaron en ‘Para que tú no llores’’ y en ‘Mala’, tema en el que la gaditana enfundada en una minifalda de cuero negro, se marcó un inspiradísimo rap que puso el contrapunto chulo y gamberro al tono romántico del concierto.

Otro momentos para enmarcar llegó con ‘Si hay Dios’, una de las canciones “viejitas” que tanto gustan a sus fans. Con la sensibilidad a flor de piel, la gente, en pleno delirio, cantaba fielmente la letra. Una chica bailaba con los ojos cerrados, otra se mesaba el cabello, dos chicos se abrazaban, otros se daban un pico o se sonaban emocionados. Muchos hacían fotos con el móvil o le daban un trago a sus cervezas (sin alcohol), pero nadie dejaba de corearla. Letra a letra. Así también cayeron ‘Lola’ (“dedicada a todas las mujeres valientes del mundo”), ‘Quisiera ser’, ‘No es lo mismo’ y sobre todo ‘Looking for paradise’, que cantó acompañado por las extraordinarias voces del coro.

El momento más íntimo llegó con Alejandro Sanz al piano. Sólo en el escenario tecleó ‘Tú no tienes la culpa’, que dejó al público con el corazón helado. Fue de los escasos instantes en que reinó un increíble silencio. Alejandro cerró el concierto con ‘Y si fuera ella’, aunque a esas alturas, casi la medianoche, las emociones estaban tan a flor de piel que el personal parecía agotado. Agotado, pero feliz.

Los que siguen a Alejandro Sanz, los que le han visto en otros foros, aseguraron que ofreció en el Palacio uno de sus mejores conciertos. Superó las expectativas. Los fans salieron con una resplandeciente sonrisa, empapados del afecto que les brindó el cantante antes de la despedida: “Gracias por el cariño. Me he emocionado. Espero que lo hayáis pasado bien, que hayáis pasado un rato para olvidar, o para recordar o para las dos cosas”. Se le olvidó decir un rato para enamorarse. No hizo falta. Ya lo estaban.

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